La pequeña gota rozaba la hoja afilada de la llave, un momento de la
vida para acumular peso, sueños. S e descuelga lentamente y se arroja en el
vacío, un viaje casi eterno, refleja la luz moribunda del día casi muerto, casi
noche, el vértigo asoma antes del inevitable golpe, después de preparase para
su viaje eterno que en el caos del mundo no es nada. Estalla en un sin fin de
cristales que a la vez explotan en otros cristales y estos a su vez revientan en otros cristales “como el escritor en las
ruinas circulares” y se escucha el grito eterno del olvido.
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